25 mar 2011

POR LA MEMORIA

24 de marzo de 1976. Hace 35 años comenzaba el período más oscuro de la República Argentina. 


Miedo, injusticia, muerte. Hace 35 años todo se teñía de horror.


Cada año releo este sencillo texto escrito desde el corazón por una de las tantas víctimas, un hombre que perdió a su hermano en aquellos dolorosos momentos. Un hombre que siguió adelante con su vida, con su carrera de deportista, con su militancia política. 


El actual Secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, escibió el siguiente texto en 1996, a 20 años del horror. Hoy, 15 años después, me sigue estremeciendo...


"30.000 personas van a concurrir a la cancha. Los jugadores, al ir por el túnel, esperan encontrar un estadio repleto. Cuando en el centro del campo los equipos levantan la vista para saludar a las hinchadas, notan que las tribunas estan tenebrosamente vacías. 

En ese momento recuerdan que hoy es 24 de marzo y se cumplen 20 años del golpe militar que institucionalizó el terrorismo de Estado.

En la Tribuna Sur, que alberga a miles de personas, faltan los hinchas de Boca y de River que fueron secuestrados de sus domicilios o lugares de trabajo, alojados en centros clandestinos de detención y, luego de varias sesiones de tortura, arrojados desde aviones al mar.

En la Tribuna Norte no se encuentran los hinchas de Racing e Independiente que luego de pasar por el mismo calvario del secuestro y la tortura fueron acribillados a balazos, y sus cadáveres esparcidos en descampados.

En la Tribuna Este no figuran los hinchas de Huracán y San Lorenzo, encontrados años después en fosas comunes, exterminados de las formas más perversas.

En la Tribuna Oeste no están las hinchas de Rosario y Newell's a las que, antes de matarlas, esperaron que parieran para quedarse con sus hijos como botín de guerra.

(...) En el estadio vacío el partido está por comenzar. Los jugadores empiezan a sentir como baja de las tribunas desiertas el aliento de las hinchadas. Son 30.000 voces que no paran de cantar."




16 mar 2011

PATRICIO, EL PASTOR DE IRLANDA

Britania era, en el Imperio romano, una de las provincias más alejadas y pobres. Era además una incorporación relativamente nueva: recién en el Siglo I, el emperador Claudio logró conquistarla.

Mucho tiempo después, con el poder romano ya consolidado, nació Maewyin Succat. Era fines del Siglo IV, en una pequeña comarca de Escocia, cuando el niño vió la luz en el seno de una familia cristiana. Su padre, oficial del Ejército Imperial, prestaba servicio a una Roma que había adoptado al Cristianismo como religión oficial (mediante el Edicto de Milán del Emperador Constantino, en el año 313).

Cuando contaba con 16 años, el joven Maewyn fue hecho prisionero por piratas irlandeses y vendido como esclavo. Luego de padecer por un tiempo los rigores de la servidumbre, el muchacho logró escapar. En la costa suplicó al capitán de un barco que lo llevase a la Galia (Francia). El capitán se negaba, pero ante la insistencia del joven, al fin accedió.

La travesía fue dura y dificil. Una tormenta los hizo naufragar en unas costas inhóspitas. Los náufragos vagaron sin rumbo durante un mes, hasta que se acabaron sus provisiones. Maewyn oró a Dios, por la salvación de todos. Su testimonio nos dice:

"...llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. '¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…' A aquellas súplicas yo respondí francamente: 'Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que Él tiene de sobra en todas partes'. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia."

Cuando llegaron a Francia, el joven inició sus estudios y finalmente fue ordenado sacerdote, adoptando el nombre de Patricio. Sus origenes familiares y su propia historia lo llevaron a convertirse en predicador del Evangelio entre los habitantes de Irlanda.

La isla de Irlanda no estaba aún “romanizada”: teóricamente pertenecía al Imperio Romano, pero de hecho estaba habitada por numerosos clanes de origen celta, organizados bajo la autoridad política y religiosa de los druidas. La cultura celta, con sus dioses, mitos y leyendas, estaba profundamente arraigadas en esas comunidades irlandesas.

Patricio no tuvo problemas en adaptarse a las formas de vida de la región, que sentía como propias: eso lo ayudó a ganarse la confianza y el afecto de la gente del lugar, lo que favoreció su acción misionera. Es así como logró que las poblaciones nativas de Irlanda aceptacen el cristianismo, sin abandonar completamente sus milenarias tradiciones celtas.

Como todo en la bella Irlanda, la vida de Patricio está teñida de leyenda. Cuentan los irlandeses que gracias a él no hay serpientes en la isla, puesto que las habría ahuyentado mediante la oración. También se habla de su manera simple y sencilla de explicar el Evangelio y los fundamentos de la religión cristiana: por ejemplo, para explicar la idea de la Trinidad, utilizaba una humilde hoja de trébol diciendo que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así los tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero.

Patricio tuvo enemigos que lo combatieron ferozmente, en especial los jefes-sacerdotes celtas (los druidas). Murió anciano en la región de Down, un 17 de marzo, al parecer entre los años 461 y 464.

Esa fecha es la establecida por la Iglesia Católica para conmemorarlo, y también es la fecha en la que se celebra la hoy mundialmente conocida “Fiesta de San Patricio”: la cultura irlandesa, cristiana y celta a la vez, recuerda festivamente a este personaje histórico y legendario, culto y popular, símbolo de todo lo irlandés.

El verde de los tréboles y el aroma de la cerveza nos invitan a celebrar...

Is Éireanach gach éinne ar Lá Fhéile Phádraig!!!

(El Día de San Patricio, todo el mundo es Irlandés!!!)